Estos días el mundo esta revuelto por la muerte de George Floyd. Es realmente increíble constatar cómo la brutalidad policial es algo demasiado común en el mundo pero sobre todo en países democráticos y con un desarrollo humano elevado. No hay manera de no sentirse tocado por una muerte tan injusta e inhumana.
A pesar de que este movimiento social de condena por la muerte de gente de color a manos de la policía es totalmente comprensible y necesario, a mí personalmente me inquieta que la gente parezca empatizar solo con lo que pasa en el llamado Primer Mundo.
¿Qué lugar ocupa en los corazones de la gente o en sus mentes todos aquellos que tienen la desgracia de morir en países donde la calidad de vida es ínfima, como aquellos pertenecientes al África subsahariana, o en los países en guerra como Siria, Irak o Afganistán? ¿Nos importan aquellos que mueren a manos del Estado Islámico? ¿Merecen nuestra preocupación las personas que viven de la extracción del coltán en la región del Congo y que son los que producen en primera instancia nuestros teléfonos móviles? ¿Nos preocupa el alarmante número de mujeres, mayoritariamente no blancas, que son violadas y asesinadas a diario en diversas partes del mundo?
Si existe una manera de que estas causas se hagan globales es sin duda mediante la difusión de imágenes que retraten esas realidades, ya sea mediante vídeos o fotografías. Es por eso que la profesión de los reporteros y fotoperiodistas es fundamental para intentar conseguir un mundo más humano. Podríamos decir que lo que no se ve no existe. Dejemos pues que la fotografía hable por aquellos que no tienen voz.
