Alguna vez me han preguntado cuál es la forma de acercarse a un sujeto a ser fotografiado. Es algo que no tiene una respuesta única. Ni siquiera yo tomo siempre la misma táctica de aproximación. Unas veces disparo sin que el retratado se entere y otras pido amablemente permiso. Depende un poco del momento y también de la foto que se quiera tomar. No puede uno permitirse el lujo de estropear un momento clave cuando sabemos que si preguntamos perderemos la esencia de la espontaneidad. Otras veces es mejor no enfadar al retratado y por ello mejor es pedirle su colaboración. Lo que no me gusta es acosar a nadie. Mis fotos salen cuando tienen que salir y hay momentos en que hay que saber despedirse antes de resultar incómodo como en la pelÃcula The Hunting Party con Richard Gere.
Lo que está claro es que si uno no tiene el arrojo suficiente para enfrentarse al rechazo de la gente, entonces no podrá emular a Steve McCurry o a Don McCullin, por citar dos de los mejores fotoperiodistas del mundo. Especialmente esto se aplica al fotoperiodismo de guerra, para el que no está hecho cualquier fotógrafo.
Por otra parte siempre digo que mis mejores fotos las hace Dios, pues como creyente creo que es él quien me da la dicha de poder hacer fotos irrepetibles y muchas de ellas inesperadas. Evidentemente, hace mucho la pasión que cada uno tenga por la fotografÃa y lo presto que esté en todo momento a disparar la cámara. Solo es cuestión de librarse de la pereza que en ocasiones nos invade y nos hace perder ocasiones únicas de crear algo bello.
